Cuanto más miras un objeto, más abstracto se vuelve, e irónicamente, más real. ¿Qué le pido al arte ? Que sorprenda, que perturbe, que seduzca, que convenza.
Lucian Freud
Dólmenes y mehires
Estas rocas inmensas (atribuidas
generalmente a rituales funerarios o a cuestiones cósmicas y ubicados en zonas
del planeta especificas) me resultaron, desde siempre, misteriosas y
conmovedoras.
Después de observarlas por horas,
analizarlas y dibujarlas incansablemente comprendí, recién entonces, que el
estudio naturalista de las formas no era lo que me interesaba. Buscaba asir su
esencia, su fuerza interna, la historia transcurrida grabada en su material.
Allí comienza, como la he denominado, “La
Máquina de Desnaturalizar”. La precisión obsesiva del trazo, la económica y
concienzuda manera de utilizar los medios y los elementos pictóricos me
transforman, a mi, en esa maquina que desnaturaliza. Un proceso, mas bien un
ritual, de modificación.
Los megalitos continúan siendo el
referente, pero al necesitar el contacto directo con el material, escojo rocas
(pequeñas medianas y grandes) las cuales puedo manipular.
Comienzo con un simple conjunto de
piedras. Las dispongo conformando una estructura y comienzo a dibujarlas,
intentando despojarlas, de a poco, de su carga natural y orgánica.
Algunos de los miles de dibujos que de allí salen se transforman en el basamento para una posterior pintura.
Algunos de los miles de dibujos que de allí salen se transforman en el basamento para una posterior pintura.
Las piedras como objeto pierden mi
interés, el deleite ahora es la poética de las formas y el color.
En este momento no hay lecturas subyacentes, no hay relatos absurdos que compitan con la contundencia de la forma. La tela en su estado natural, en su versión mas sincera. Solo el material crudo e inerte.
Las lecturas pretenciosas mueren junto con la evocación tediosa y le dan paso a expresión netamente pictórica.
El cuadro se conforma como tal y no como una ventana a otros mundos. No quiere discursos ni diatribas, no quiere mas engaños. El pasado, el presente y el futuro se fusionan en una sola imagen.
Las desnudo, las despojo de sus
componentes pueriles y las transformo en eternas, geométricas e ideales
La figura abstracta, que sin su carga
orgánica no se degenera ni muere, ya no esta supeditada al devenir y queda para
la eternidad idealmente perfecta fuera de la comprensión humana y del mundo en
el que todo cambia.
La obra tan presente, tan pretérita, tan
futura.
Ahora no estoy pintando una piedra, sino
todas las piedras.
No estoy adentrándome en una historia,
sino en todas las historias.
No pinto cualquier túmulo, cualquier
tumba. Pinto la mía.
“Entre los Inmortales, en cambio,
cada acto (y cada pensamiento) es el eco de otros que en el pasado lo
antecedieron, sin principio visible, o el fiel presagio de otros que en el
futuro lo repetirán
hasta el vértigo.
No hay cosa que no esté como perdida entre infatigables espejos. Nada puede
ocurrir una sola vez, nada es preciosamente precario. Lo elegíaco,
lo grave, lo ceremonial, no rigen para los Inmortales.”