Marcas del tiempo, cicatrices
de las experiencias, tatuajes de historias vivada.
El tiempo gravado en
el cuerpo…
Contenedor divino,
morada del alma.
La piel, el bastidor
de uno mismo.
Un órgano
infinitamente sensible, de miles de maneras y formas.
Secas, húmedas,
amarillas, azules, rosas, arrugadas, lisas, ásperas, suaves, con pecas,
quemaduras, rayones, líneas, surcos.
La piel como
totalidad de lo finito que protege, contiene y da forma.
La sustancia supeditada
al paso del tiempo que va dejando marcas inexorables en el camino.
La piel como
testigo.
Un mapa para
recorrer, un mapa para encontrarme.
Y a veces cuando me
pierdo ella es mi limite.
Como una red que no
me deja caer, una red que me sostiene.
La piel armadura del
alma.
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